Dos años después de mi Adán y Eva conocí a Juan Ramón Jiménez y a Zenobia Camprubí, a la que admiraba profundamente, ambos quedaron deslumbrados por mi talento y mi personalidad , más aun cuando conocieron mi obra. Sorprendidos por mi talento decidieron encargarme sus bustos. Precisamente el busto de Zenobia.
Estaba realmente enamorada de Juan Ramón Jiménez , me sentí protagonista de una historia de amor imposible entre una joven de fuertes convicciones religiosas y un hombre felizmente casado.
Me llevé a la tumba todos mis sentimiento, todo el afecto y cariño que sentía por él, aunque leyendo mi diario, podemos interpretar que fue un amor no correspondido. La verdad que nada correspondido si se puede decir así. Para terminar con mi desgraciada historia de desamor, a mis veinticuatro años decidí suicidarme con un disparo en la cabeza. Antes destruyó a martillazos gran parte de su obra, incluso las fotografías de sus esculturas. Dejé cartas a mi hermana, a sus padres, a Zenobia y un diario a mi querido amado.
En 1933 se publicó un libro póstumo de canciones con tres ilustraciones. Once años después una de mis ilustraciones fue claramente imitada en la obra de Antoine de Saint-Exupéry El principito. Se puede decir que he inspirado a una de las mejores obras de todos los tiempos.En el setenta aniversario de mi muerte, Ana Serrano organizó una exposición antológica en el Círculo de Bellas Artes (Madrid) que abarcó cerca de cien dibujos y acuarelas, veinte esculturas y cuatro cuentos ilustrados por mi. Espero que las utilicen con buenos fines y que tanto mi escultura como mi literatura sean recordadas en los libros de texto de un futuro.
En la última página de mi diario dejé a Juan Ramón Jiménez una de las frases que mas me costó escribir en mi vida...
“En la muerte, ya nada me separa de ti, sólo la muerte, sólo la muerte sola”
Busto de Zenobia Camprubí (1932)
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